El poeta agoniza
1
Sólo un poeta de verdad sabe la angustia
que se experimentó en la sala de espejos de la
poesía. Por la ventana se oye el ruido de los disparos y el corazón
se siente oprimido por el deseo
de marcharse; Lermontov se pone el uniforme militar;
Byron coloca el revólver en el cajón
de la mesa de noche; Wolker marcha en sus versos con las multitudes; Halas maldice y sus maldiciones riman; Maiakovski pisotea el cuello de su canción; entre los espejos se desata
una lucha maravillosa.
¡Pero cuidado!
Cuando los poetas traspasen por error los límites del salón de los espejos,
morirán, porque no saben disparar y cuando disparen
sólo acertarán a su propia cabeza.
¿Los oís? ¡Ahí van! El caballo galopa cuesta arriba por los vericuetos
de las montañas del Cáucaso y en él va sentado
Lermontov con su pistola.
¡Otra vez el ruido de los cascos y el traqueteo de los coches!
¡El que va es Pushkin
y también lleva pistola y también va a batirse en duelo!
¿Y qué es ese ruido? Es un tranvía; un lento y ruidoso tranvía
praguense; en él va Jaromil,
recorre la ciudad de un extremo a otro; hace frío: lleva un traje oscuro,
corbata, abrigo, sombrero.
MILAN KUNDERA
No hay comentarios:
Publicar un comentario